Elecciones 2025: La urgencia de reconectar con el pueblo olvidado

Elecciones 2025: La urgencia de reconectar con el pueblo olvidado

Por Ricardo Ruiz Presidente Confederación FENATS Unitaria La elección presidencial que acabamos de vivir en primera vuelta exige algo más que un simple análisis de cifras. Nos demanda una reflexión profunda sobre el quiebre entre la política y la calle. Nunca hemos estado más lejos de aquella épica donde un presidente como Salvador Allende ganaba

Por Ricardo Ruiz
Presidente Confederación FENATS Unitaria

La elección presidencial que acabamos de vivir en primera vuelta exige algo más que un simple análisis de cifras. Nos demanda una reflexión profunda sobre el quiebre entre la política y la calle. Nunca hemos estado más lejos de aquella épica donde un presidente como Salvador Allende ganaba con holgura y un proyecto estadista en la mano. Incluso con un sistema electoral distinto al actual. Desde mi óptica como ditigente sindical, el problema fundamental radica en que los partidos de izquierda han abandonado irremisiblemente a su base histórica.

Hoy, el discurso imperante habla de “ciudadanos” y transiciones hacia “otro estado social”, pero este lenguaje es estéril frente a la realidad de los adultos cesantes, los jóvenes endeudados, la tercera edad abandonada y quienes viven desamparados orbitando la línea de la pobreza. Mientras nuestros legisladores, con contadas excepciones, sostienen un discurso neutro y vacío de política social concreta, la vida de quienes ganan menos de $500.000 pesos sigue sumida en la incertidumbre. El tenue cambio que percibimos no es un progreso político, sino solo el devenir lógico del paso del tiempo, y la verdad última es que seguimos jugando en la cancha que dejó la dictadura, bajo el marco de su Constitución.

Esta realidad ha generado una élite política que se ha acomodado bien, volviéndose conservadora y temerosa, frenando los cambios necesarios. Es en este espacio de frustración donde la ultraderecha se vuelve magnética, arrolladora y seductora para muchos. El desengaño es profundo: emerge cuando incluso cuando los nuevos profesionales con un título universitario no encuentran trabajo, cuando se descubre que no hay un futuro para el sueño de la casa propia, que el progreso familiar y social sólo funciona en la estadística y que la tarjeta de crédito colapsa. Esta frustración social y económica es el combustible que el discurso derechista logra captar, algo que se sabe desde hace décadas. Sin embargo, el discurso fácil y cómodo del progresismo también asumió esta distancia, dejando un vacío.

Por ello, la respuesta no puede ser más de lo mismo. Resulta incomprensible y hasta absurdo que la discusión se centre hoy en la cantidad de derechos sociales de los que se despojará a la ciudadanía o cuánto se fortalecerá a las AFP, medidas que impactan directamente en la vida de los más vulnerables.

La tarea urgente es reivindicar esa frustración, nombrar al culpable como lo que es: el sistema social y el escenario político existente. Tenemos que anclar nuestro discurso en la necesidad inmediata de seguridad en los barrios y en la mejora de las estructuras de participación social. La solución debe buscarse en una alternativa local de la social democracia, pero con calle, volviendo a las realidades sociales objetivas y obligándose a bajar del podio. Esto debe materializarse en un proyecto social de educación, formación y, sobre todo, de generación de comunidad.

El desafío de la segunda vuelta aún no está perdido. Pero para que todo sea posible, se requiere convicción y un compromiso social verdadero. En este mundo lleno de individualismo sistémico, la única forma de sumar voluntades solidarias es dejando de hablar de la gente y empezando a trabajar con ella, recogiendo sus necesidades con convicción.

Carlos Salazar
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